
Es otro animal que puede leerse en la
tremenda lista en peligro de extinción.
Fue descubierto en 1838 por Felipe
Poey, naturalista e investigador cubano. Su nombre científico es SolenodoncubanusPeters.
En Haití y República Dominicana
existe el Solenodonparadoxus, que tiene características exteriores muy
parecidas, pero diferentes a la vez.
El almiquí ha vivido desde el período
cretácico por lo que se le conoce en Cuba como un «fósil viviente».
Es un animal insectívoro, con hábito
solitario y dotado de una mordida venenosa que utiliza para inmovilizar a sus
presas.
Es tranquilo, y al irritarse eriza su
pelo, enseña los dientes y emite sonidos o gruñidos, al mismo tiempo segrega
una sustancia aceitosa con olor desagradable. El veneno es inyectado por uno de
sus dientes, que está perforado. Las extremidades son poderosas y las garras de
cinco dedos. Su tamaño promedio es de unos 50 centímetros.
Su color es generalmente pardo
oscuro, incluso puede llegar a negro. El hocico es más claro terminando en una
trompa flexible. Posee cuarenta dientes. Y en ocasiones extiende su dieta a
ranas, cangrejos y lombrices; cazados básicamente de noche.
Vive en cuevas o túneles, entre las
raíces de los árboles o las rocas.
La UNESCO ha reconocido como
Patrimonio Mundial de la Naturaleza el Parque Nacional Alejandro de Humbolt. El
almiquí habita, en la actualidad, solo en sus zonas más intrincadas. Aunque en
épocas más remotas vivió en toda la isla.
En este parque se han obtenido
hozaduras y excretas frescas del almiquí, probando con esto su actual
existencia en la isla. Pero sin definir aún el número exacto de su población.
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